Angeles con caras sucias
Por alguien que alguna vez lloró por un gol mal anulado y leyó a Borges con Davoo de fondo.
El libro comienza con una escena que parece sacada de un cuento escolar: Don Pedro de Mendoza cruzando el Atlántico y fundando “Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre” en 1536. Jonathan Wilson no inicia su relato con Maradona, sino desde el origen, porque para entender el fútbol argentino, primero hay que comprender el país. Y si quieres entender el país… bueno, buena suerte con eso.
“La historia del fútbol argentino comienza, de alguna manera, con la expedición de Pedro de Mendoza en 1536…”
Aquí te das cuenta de que esto no será una simple cronología, sino una autopsia. Una tesis cultural escrita con corazón inglés y alma criolla.
“Argentina, no lo entenderías.” [1]
La leí por primera vez en un foro, escrita con mayúsculas y sin tildes. La vi después en remeras, en tweets irónicos, en grafitis y hasta en algún informe del FMI, aunque ahí sin comillas.
Pero Jonathan Wilson no la escribió en una pared: la investigó.
Mejor dicho, la autopsió.
“Hasta cierto punto, un argentino se definía mejor como alguien que apoyaba a la selección argentina de fútbol.”
No es una metáfora. Es estadística emocional.
Porque en Argentina la nacionalidad no se tramita en oficinas públicas, se renueva cada cuatro años frente al televisor [2]. Con la mano en el corazón —o en el vaso—. Y con los ojos llorosos, incluso antes del himno.
Acá, no sos argentino por haber nacido en Córdoba o por tener DNI. Sos argentino si gritaste un gol con alguien que no conocías, si te abrazaste con un mozo en un bar, si apagaste la tele después de una derrota y juraste que esta vez sí, no vas a mirar más.
Wilson, que nació en Sunderland, lo entendió mejor que muchos nacidos en Avellaneda. Y no porque se haya vuelto hincha. Sino porque escuchó. Archivos, diarios viejos, entrevistas en AM, goles en VHS. Armó un mapa afectivo de un país que no sabe explicarse, pero que sí sabe llorar.
El fútbol como espejo roto
Wilson escribe como si tuviera una biblioteca entera en la cabeza y una radio AM en el corazón. Recorre más de un siglo de historia —desde el desembarco del fútbol en 1867[3] hasta Messi llorando en la final de la Copa América Centenario— y lo hace con un nivel de detalle que abruma.
Te sumerge en las internas del peronismo a través del pase de José Manuel Moreno. Te explica la violencia institucional de los 70 desde las tribunas. Te cuenta Malvinas y cómo el Mundial ’86 fue más que una revancha: fue narrativa.
“En Argentina, cada pase es una declaración, cada falta una tesis, cada gol una catarsis.”
Y ahí es donde se vuelve obsesivo en el mejor sentido: entrevista, coteja, archiva. Cita a Eduardo Archetti, revisa columnas del diario Crítica, y teje una historia que no deja ni una grieta sin explorar.
Maradona, Menotti, Bilardo: la santa trinidad
En el corazón del libro habita una batalla: Menotti contra Bilardo. Dos formas de entender el fútbol. Dos formas de entender el mundo.
Y entre ellos, como si fuera el hijo de esa disputa: Diego Armando Maradona.
“Fue el hombre que llevó a la Argentina al cielo, mientras arrastraba su propia alma por el barro.”
El capítulo sobre Napoli es un mapa emocional y judicial. El de la dictadura, una clase de historia. Wilson no lo glorifica: lo contextualiza. Lo cuenta como solo alguien que investigó durante años puede hacerlo.
Los gatos de Racing y otras verdades documentadas
En 1967, Racing Club de Avellaneda ganó la Copa Intercontinental al Celtic. Según la leyenda, hinchas del eterno rival, Independiente, enterraron siete gatos muertos bajo el campo de Racing, invocando 50 años de mala suerte. Racing sufrió una decadencia severa, incluyendo el descenso a la segunda categoría en 1983. Tras varios intentos para contrarrestar la maldición, incluyendo un exorcismo en 1998, Racing volvió a la gloria en 2001 al ganar el título liguero después de 35 años.
Por otro lado, Boca Juniors eligió sus colores actuales inspirados en la bandera del primer barco que entrara al puerto [4] tras una derrota que les obligó a cambiar su uniforme. Ese barco resultó ser sueco, de ahí el azul y amarillo que identifican al club.
Epílogo: el país como cancha
Angels with Dirty Faces no es un libro para entender el fútbol. Es un libro para entender Argentina. O, al menos, para aceptar que tal vez nunca la vamos a entender del todo. Porque no es una ecuación. Es un gol sobre la hora. Es un penal errado. Es un Diego que se cae y se levanta.
Y para mí, que crecí viendo a Tevez jugar como si cada pelota fuera una revancha personal, y que todavía tengo que explicarle a mis amigos extranjeros por qué Riquelme caminaba la cancha pero igual lo aplaudíamos, este libro fue algo raro y precioso: una forma de ver mi propia casa desde afuera, narrada en el idioma secreto que todos los argentinos entendemos —incluso los que dicen que no les gusta el fútbol.
En definitiva, Argentina no se entiende.
No la entendemos nosotros, ¿cómo van a entenderla los demás?
Pero si alguna vez vamos a intentarlo —si alguna vez queremos explicar este caos hermoso que tenemos por país—entonces hay que empezar por acá. Por la pelota. Por el potrero. Por el fútbol.
References
- https://es.cointelegraph.com/news/latin-america-you-wouldnt-understand
- https://www.batimes.com.ar/news/argentina/suffering-argentines-explode-with-joy-at-epic-world-cup-win.phtml
- https://golazoargentino.com/2013/01/16/a-brief-history/
- https://admiralsports.com/blogs/journal/azul-y-oro-the-story-of-boca-juniors-kit-colours